Vol 5, Nº 16 (enero
2013)
TRAS ALGUNOS SIGNOS
DE LA INFLEXIBILIDAD DEL SISTEMA
POLÍTICO JAPONÉS: EL
PARTIDO LIBERAL DEMÓCRATA.
Lic. Lianna Ramírez
Enamorado.
Universidad de La Habana.
Departamento de Patrimonio Cultural
Universitario.
«Es en el arte del
compromiso, la construcción de un
consenso y la creación
de lazos colaterales donde el
gobierno desempeña un
papel indispensable. El
término clave es
siempre equilibrio»
Thomas P. Rohlen.
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Ramírez Enamorado, L.: “TRAS ALGUNOS SIGNOS DE LA INFLEXIBILIDAD
DEL SISTEMA POLÍTICO
JAPONÉS: EL PARTIDO LIBERAL DEMÓCRATA" en
Observatorio de la Economía y la Sociedad del
Japón, enero 2013. Texto completo en
http://www.eumed.net/rev/japon/
Resumen:
Resumen:
Durante el período Meiji,
los partidos políticos japoneses se concertaron en
torno a las élites y el
objetivo esencial de alcanzar el progreso económico y la
modernización fue
consumado a través de un reducido grupo no
necesariamente “visible”
que gravitaba alrededor del emperador, siendo el
genro (consejo de
ancianos) el más exitoso de estos1. A principios del siglo
XX
la actividad política en
el archipiélago cobró nuevos matices y en la etapa de
1918 – 1932, conocida como
Gobierno de los Partidos, tomaron fuerza las
prácticas civilistas y de
mayor participación política que fue quebrada por las
restricciones e
imposiciones del período militarista
La larga permanencia del
PLD dentro de la dirección del sistema político
japonés ha provocado entre
los estudiosos su inclusión en las categorías de
partidos reconocidas por
la ciencia política, a saber, democracia de partido
único o sistema de partido
dominante.
Palabras
claves: Partidos Políticos, PLD, Sistema Político, Gobierno,
Economía de Burbuja
Ideas
preliminares
Aún cuando coexistan con
múltiples agentes, los partidos son actores
principales que en algunos
casos influyen y, en otros tantos, determinan el
dinamismo político interno
de cada país. En este sentido, resulta oportuno
realizar una aproximación
a la experiencia política contemporánea de Japón a
través de una organización
que desde 1955 ha constituido centro de referencia
de su sistema político y
de gobierno: el Partido Liberal Demócrata (en lo
adelante PLD) 2.
Por casi 40 años continuos
su experiencia como fuerza gobernante proporcionó
considerable estabilidad a
un país cuya historia precedente ostentaba lo
contrario como bien
grafican la oscilación política durante el período civilista de
los años veinte y
principios de los treinta, el período del militarismo y la
inestable situación entre
1945 y 19553. A partir de este momento, el PLD se
situaría como partido
dominante para, más allá del transitorio descalabro
electoral de 1993, timonear
en adelante los derroteros gubernamentales del
país. No es casual,
entonces, que de su proyección y resultados hayan
dependido sobremanera
tanto los logros como muchas de las limitaciones
actuales de la política
japonesa.
Conjuntamente, al centrar
la atención en algunos puntos relativos al devenir de
Japón contemporáneo es
inevitable reconocer que muchos de los factores
causales que condicionaron
el modelo político de posguerra (entiéndase aquel
asumido por PLD) se
regodearon en rasgos distintivos de la cultura
conservadora japonesa de
ahí que también sea determinante cómo se
relaciona ese
conservadurismo con el propósito de modernización
históricamente perseguido
desde la segunda mitad del siglo XIX. En este
sentido, van de la mano
las condicionantes culturales de la política japonesa
que operaron como factores
internos y aquellos procesos de reestructuración
impulsados bajo presión de
elementos externos.
Tras los
signos de la inflexibilidad del conservadurismo cultural japonés.
Siguiendo un patrón único
de raza, lengua y religión, los japoneses supieron
asimilar indistintamente y
de acuerdo a su propia historia, las olas de influencia
cultural provenientes del
exterior. La temprana asimilación de las ideas
confucianas4 consolidó
una vocación de respeto por la jerarquía que luego
sería acomodada en función
de alcanzar prosperidad económica y social a
través del estricto
cumplimiento de los roles asignados individualmente a cada
miembro de la familia o
grupo social al que se perteneciese. Siendo así,
socioculturalmente
hablando, puede afirmarse la importancia y predominio de
la cohesión.
Por lo mismo, podría
decirse que, curiosamente, en las relaciones de poder
japonesas el individuo no
ejerce el poder sino que funge como un instrumento
de ejercicio del mismo, y
por ello, según la situación, es arrogante y despótico
con el inferior, o en otro
momento sumiso y suplicante con la jerarquía superior,
dentro de un círculo
cerrado5. O lo que es igual: la nación adolece de tener
protagonismo como sujeto
político y ello se evidencia tanto en la capa más
básica de las relaciones
sociales (las relaciones familiares) como en el propio
nivel político. Por tanto,
en la formación misma de la sociedad se halla este
principio elemental de la
convivencia y este es un elemento que no se puede
perder de vista para
entender el comportamiento y evolución del PLD.
Tradicionalmente, cuando
los japoneses forman grupos (entiéndase empresas,
partidos políticos y/o
sindicatos) crean estructuras interpersonales compactas e
intrincadas llegando a
excluir a quienes no forman parte de los mismos. Estos
círculos cerrados tienen
influencia tanto al exterior como al interior del grupo de
ahí que su estándar ético
abogue por evitar traicionar al grupo al que se
pertenece6. Esto
nos llevaría a afirmar que la sociedad japonesa está
fundamentalmente ligada a
cánones muy altos de moral y respeto a los
superiores y al status
quo, todo lo que tiende a reforzar un carácter
eminentemente conservador.
Existen, además, otros
factores históricos que ilustran cómo en Japón tanto a
nivel social como político
impera esta tendencia. En principio, debe
mencionarse que desde 1868
el archipiélago se enfocó en consolidarse como
una potencia de primer
orden y, en el logro de tales propósitos, fue
determinante el papel que
desempeñó la sólida burocracia estatal, las fuerzas
militares y las
corporaciones capitalistas que consiguieron, de conjunto, iniciar
un proceso de
modernización económica y de centralización del poder sin
atravesar por las clásicas
revoluciones políticas liberales que definieron a este
mismo proceso en Europa7.
En segundo lugar, durante
el período de ocupación norteamericana (1945-
1952), el general Douglas
MacArthur vio en el emperador la figura idónea para
legitimar sus planes de
conducir la nación hacia una democracia de corte
occidental y, por
consiguiente, hacia nuevas ideas liberales en el ámbito
político8. La
Segunda Guerra Mundial significó también un triunfo ideológico;
Japón en el banco de los
fracasados tuvo que asumir las consecuencias de la
derrota y MacArthur parece
no haber dudado de la idoneidad de la institución
imperial para servir en
función de una nueva democracia y pensamiento liberal
en representación estricta
de la ideología vencedora. Claro que acaso no se
percató de que esa
renovación de base sustentativa haría que, en la práctica,
la democracia y
pensamiento liberal “a la japonesa” se distanciaran de lo
conocido hasta entonces
por Occidente y en este sentido dos preguntas se
vuelven imperiosas:
¿Existe la democracia en Japón? ¿Cómo asumen los
japoneses la noción de
libertad? Sobre algunas pautas que pueden trazar los
comentarios en torno a la
respuesta se basa el próximo apartado. Entre a
escena, pues, la polémica.
Libertad
y democracia; vocablos en los que se esconde el
conservadurismo
político japonés.
Nos aproximamos entonces
al punto medular de estos comentarios; a partir de
aquí queda el camino
despejado para entender que independientemente del
nombre con el que se
representa, el Partido Liberal Demócrata responde,
situándonos desde una
perspectiva occidental, a una proyección básicamente
conservadora en tanto que
en Japón libertad y democracia no tienen la misma
connotación que en
Occidente.
Por ejemplo, luego de la
derrota del militarismo en la Segunda Guerra Mundial
la población
fundamentalmente abogó por la paz y el bienestar y no así por la
libertad. Al parecer, este
principio no forma parte de su escala principal de
valores, al menos no del
modo Occidental9. Para la gran mayoría mantener el
orden y el bienestar son
valores que anulan cualquier otra postura y, siempre y
cuando la economía marche
bien, lo político da poco más o menos igual. Aquí
también interviene la
concepción del consenso y de la vida en grupo que
anulan cualquier intento
de individualismo o libertad personal. La libertad,
entonces, es asumida solo
en lo referente a cuestiones como la economía de
mercado; de ahí lo difícil
que resulta encasillar al sistema político japonés
dentro de una orientación
definitiva, o lo que es lo mismo, al PLD. Al tiempo
que se mostraron liberales
en cuestiones económicas el conservadurismo se
revela en cuanto a la
forma de alcanzar y manejar las funciones políticas.
En relación con el término
democracia… la democracia entendida a la manera
occidental es una
asignatura pendiente dentro del sistema político y la sociedad
japonesa. En las
relaciones de poder mediadas según el estatus jerárquico que
se asume en el momento de
practicar determinada relación social, la
democracia vendría a ser
como una especie de solución natural a ese
comportamiento cultural
también natural. Sin embargo, la mutua limitación de
las esferas de poder, que
es principio básico del pensamiento liberal
constitucional, en Japón
no es el logro de la liberación política a raíz del
proceso modernizador sino
un principio histórico axiomático10.
De hecho, durante el
período Meiji penetró en Japón otra cultura y se
expandieron las primeras
formas de democracia a la occidental adoptando
tanto el radicalismo
francés como el parlamentarismo y el liberalismo inglés, en
un intento por responder a
la amenaza que representaban las ansias de
expansión de algunas
potencias occidentales. En ese afán, los líderes
japoneses introdujeron
nociones de democracia participativa y con ella las
instituciones y prácticas
correspondientes a fin de restaurar y modernizar al
país para homologarlo a
Occidente. Sin embargo, a juzgar por los valores
culturales de la nación,
habría que precisar muy bien los límites a la
consecuente participación
popular y a la supuesta ingobernabilidad que ella
representa.
Cabría aclarar que
aquellos preceptos de la democracia solo se tuvieron en
cuenta en la consecución
de un Estado fuerte con prestigio internacional (eso
se lograba en la medida en
que se imitaba a Occidente) porque jamás se
pensó en eliminar la
arcaica institución imperial. El desarrollo económico, militar
y político alcanzado tras
esa modernización significó un éxito sin precedentes,
pero para los líderes
japoneses el verdadero éxito estuvo en la mantención de
las tradiciones culturales
y la composición social11. Partiendo de esta idea, se
puede asumir que en Japón
la democracia jamás cuajó completamente por una
simple causa: ese nunca
fue el objetivo con el que se implantó.
Durante el período de
ocupación norteamericana se multiplicaron los intentos
de fijar la
democratización, hecho que virtualmente pareció haberse conseguido
a través de numerosas
transformaciones y leyes del período (reforma agraria,
exclusión del ejército de
la vida política, supresión de los zaibatsu y
reconocimiento del voto
femenino, por ejemplo). No obstante, la historia jugó a
lanzar de nuevo la misma
carta: la democracia solo fue usada como fachada
para enfrentar el
comunismo y permitir la recuperación económica del país bajo
los dictados de la Guerra
Fría. La continuidad cultural e histórica volvió a ganar
la batalla.
Del mismo modo, alguna que
otra vez se ha usado indistintamente el término
líder para argumentar
determinadas posturas e ideas y parece importante
clarificar cuáles roles y
significados tiene ese vocablo en la cultura política
japonesa pues de ello
también depende el asimilar con mayor claridad el
funcionamiento y las
relaciones interpersonales que se esconden detrás del
PLD. En este sentido, de
acuerdo a su cultura, en Japón ser líder no significa
tener habilidad para
captar el apoyo de las masas o defender al precio que sea
necesario un principio político
o pensar individualmente en el logro de un
objetivo difícil. Por el
contario, esta actitud es vista como una total falta de ética
en tanto se considera como
verdadero líder a aquella persona capaz de
negociar exitosamente con
las demás fuerzas influyentes12.
En general, estas serían
una muestra de lo que vienen a implicar libertad o
democracia para la
sociedad japonesa y de como el conservadurismo social es
más que una pincelada
dentro del sistema de relaciones humanas y se expresa
en formas de comportamiento
que traspasan todos los niveles albergándose
también en el sistema
político. Todos los aspectos anteriores constituyen
cimientos del
funcionamiento del PLD que, en gran medida, han determinado
que este partido no se
caracterice tanto por poseer una ideología fuertemente
desarrollada sino más bien
por las contradicciones interpersonales que existen
entre los miembros de cada
una de las facciones en que está fraccionado. A
continuación, un
muestrario al respecto.
El
Partido Liberal Demócrata y la estabilidad política. Tras los senderos
de su
historia.
Durante el período Meiji,
los partidos políticos japoneses se concertaron en
torno a las élites y el
objetivo esencial de alcanzar el progreso económico y la
modernización fue
consumado a través de un reducido grupo no
necesariamente “visible”
que gravitaba alrededor del emperador, siendo el
genro (consejo de
ancianos) el más exitoso de estos13. A principios del siglo
XX
la actividad política en
el archipiélago cobró nuevos matices y en la etapa de
1918 – 1932, conocida como
Gobierno de los Partidos, tomaron fuerza las
prácticas civilistas y de
mayor participación política que fue quebrada por las
restricciones e
imposiciones del período militarista. No obstante, es innegable
que el sistema impuesto
bajo la constitución de 1889 impuso serias limitaciones
al desarrollo de los
partidos y los grupos políticos que, por demás, no
representaban corrientes
políticas definidas sino más bien el compromiso con
diferentes grupos
económicos.
De hecho, resulta
significativo señalar que la experiencia de modernización
promovió el desarrollo de
las empresas japonesas a través de sus vínculos con
el gobierno en la medida
en que este les facilitó subsidios y orientación. A más
largo plazo esta mezcla de
intereses hizo que no pocos funcionarios japoneses
intercambiaran puestos en
la presidencia de los partidos políticos del mismo
modo que lo hacían con la
empresa privada.
Por tanto, ha existido
desde entonces y, sobre todo a partir de la segunda
mitad del siglo XX, una
sólida imbricación entre políticos, burocracia y
burguesía financiera e
industrial en base a la confluencia de sus intereses. Al
mismo tiempo, esto está
situación está mediada por una ralentización en la
toma de decisiones en
función de la referida importancia que tiene el consenso
y la cohesión entre todos
los actores y facciones. Precisamente, estas son
bases sobre las que se ha
sustentado el ejercicio político del PLD y que sirven
para explicar sus líneas
de funcionamiento e, incluso, las mediaciones de sus
diferentes facciones14.
Ahora bien, antes de
continuar desarrollando este aspecto se impone
recapitular la
conformación y características de esta fuerza política. En la
primera etapa de la
ocupación, el Minseitó y la Seiyükai (antiguos partidos de la
etapa pre-militarista)
reaparecieron en la forma de los Partidos Liberal y
Democrático,
respectivamente. Indistintamente, con muy pocas excepciones,
desde 1948 uno de ellos,
controló el gobierno hasta su fusión definitiva en
1955, bajo la combinación
de sus nombres.
La claridad de las
direcciones que Japón tenía que tomar en el escenario de la
posguerra y la Guerra
Fría, tanto en política económica como en política
exterior, contribuyó a
reforzar la unidad de los conservadores y facilitó sus
acciones. Por otra parte,
muy a pesar de que el PLD es el heredero de la
tradición política
conservadora, supo crear mecanismos que han posibilitado su
preponderancia dentro del
sistema político nacional. Por ejemplo, enfatizando
que la única manera de que
actores privados o grupos de intereses pudiesen
verse beneficiados por el
sistema sería alistándose en los grupos de apoyo a
los parlamentarios del
partido, se apuntaló reiteradamente la idea de que
ningún otro partido podría
ser capaz de gobernar eficazmente la nación. Sobre
esta plataforma, aunque en
distinto grado, se logró el apoyo de varios grupos y
sectores sociales
(agricultores, pequeños y grandes empresarios, médicos,
veteranos de guerra, grupos
religiosos, de la tercera edad, amas de casa, etc).
Este proceder produjo un
desbalance entre la coalición política del PLD y la
estrecha base organizativa
de los partidos de oposición. Si a ello se suma que
el sistema electoral
favorecía a este partido en la medida en que existía, por
una parte, una
fragmentación de los votos entre el resto de los partidos de la
oposición y, por otra, que
por cada circunscripción, por ejemplo, aparecían
alrededor de siete u ocho
candidatos suyos junto a unos pocos de la oposición
por obtener solamente
cinco puestos, se entiende por qué el PLD pudo
mantener el control y
permanecer en el poder15.
No obstante, el proceso es
más complicado ya que también se necesita de
mucho dinero para poder
financiar las campañas y los candidatos se ven
obligados a buscar esos
fondos de los líderes de las facciones y unirse a ellas.
De ahí que estas
desempeñan un papel importante sobre todo porque aportan
al PLD dinamismo interno
(el poder pasa de una a otra facción) y permiten
crear una suerte de
liderazgo colectivo (lo cual sería un ejemplo de la dualidad
japonesa de ser
colaborador y competidor al mismo tiempo).
La larga permanencia del
PLD dentro de la dirección del sistema político
japonés ha provocado entre
los estudiosos su inclusión en las categorías de
partidos reconocidas por
la ciencia política, a saber, democracia de partido
único o sistema de partido
dominante16. El primer caso ha sido atribuible al
carácter hegemónico del
PLD, pero no es del todo aplicable porque aunque se
reconoce la existencia de
otras fuerzas políticas, sólo se ven como satélites o
subordinados y, si bien
puede observarse cierta dependencia, no es pertinente
hablar de una
subordinación del conjunto de los partidos.
Por eso se considera que
la segunda interpretación es más representativa en
tanto refiere la
permanencia de un solo partido en el gobierno de modo
continuado sin que esté
sometido a la alternancia en el ejercicio del poder.
Sobre todo se cree más
característica del sistema político japonés esta
segunda definición porque
incluye la acotación de que eso seguirá siendo
posible en la medida en
que continúe ganando mayorías electorales que así se
lo permitan.
Y es que, si en efecto,
desde su fundación el PLD no tuvo mayores
contratiempos para ejercer
el dominio político, a comienzos de los años setenta
ese panorama comenzó a
cambiar. Desde entonces, el crecimiento
demográfico con el
consecuente aumento del apoyo electoral a los pequeños
partidos, la necesidad de
una mejora en la calidad de vida y la creciente
relevancia internacional
de Japón, provocaron un serio reto para el partido que
se tradujo en la
disminución de su apoyo electoral17.
Para enfrentar esta
situación el PLD adoptó una nueva dirección en política
económica (reducción y/o
eliminación de cuotas y tarifas a la importación,
liberalización de
inversiones extranjeras, déficit público, etc.) y exterior
(reconocimiento de China,
política de amistad hacia los países árabes, etc.) al
tiempo que se prestó mayor
atención a cuestiones hasta entonces ignoradas
como la polución ambiental
o el bienestar social. Los conservadores se vieron
forzados a aceptar y
ajustarse a los procesos derivados de cambios
socioeconómicos
inclinándose un tanto hacia la izquierda, tratando de
acomodarse a las numerosas
críticas de la oposición. Con el mismo objetivo
también se trazaron la
estrategia de adquirir un conocimiento especializado en
áreas hasta entonces
ignoradas. Aspectos últimos que se suplieron con los
zoku (especies de áreas de
especialización) y la Seichókai (Comisión de
Investigación de Asuntos
Políticos), el órgano más importante de iniciativa
política en el partido18. Ello
evidencia el interés del PLD en el proceso de
formación política, la
gran capacidad de adaptabilidad a las cambiantes
circunstancias del país y
da pie a inclinarse por la segunda categoría planteada
para definir a los
partidos políticos.
Desde la explosión de la
economía de burbuja hasta el presente se han
renovado y ampliado los
retos a enfrentar por esta fuerza política. Los cambios
estructurales y sistémicos
que se iniciaron en la década del noventa sacudieron
primero, y removieron
después, los cimientos de la sociedad conservadora
evidenciando la
incapacidad del PLD de sortear con éxito las muchas
dificultades económicas,
políticas y sociales de la crisis de estancamiento. A la
larga, este fracaso
sustentó su desplazamiento de la dirección gubernamental
del país entre mediados de
2009 y fines de este año. Aún está por ver si la
capacidad de asimilación
de transformaciones aterriza definitivamente en el
sistema político y lo
modifica como históricamente ya ha ocurrido en otros
puntos de inflexión del
devenir japonés.
NOTAS,
CITAS Y REFERENCIAS
1 A inicios
de la modernización no existía una clase burguesa capaz de asumir el desarrollo
industrial y el Estado y
el gobierno japonés fueron capacitados para brindar un impulso a este
sector. Tras la figura
imperial gravitaban los verdaderos gestores del proceso, antiguos
representantes del
estamento samurái que habían sido los impulsores de la restauración y que
se ocuparían desde el
aparato burocrático- estatal de delinear el futuro Japón moderno.
2 La
mayoría de los estudiosos de la historia política japonesa coinciden en señalar
a tres
grupos principales: los
burócratas, los grandes negocios y los políticos como aquellos que han
intervenido en el
ejercicio del poder en Japón. Los políticos han respondido fundamentalmente
por defender los intereses
particulares de aquellos círculos económicos que los respaldan a
través de la consecución
del respaldo de los votantes. Ver: Rodao, florentino. Crisis y
continuidad
en el sistema político japonés. Observatorio Iberoamericano
de la Economía y
la
Sociedad del Japón Vol 4, Nº 15. Disponible en: http://www.eumed.net/rev/japon/15/fr.html
(consultado en noviembre
de 2012)
3 Ver:
Asomura, Tomoko. Historia política y diplomática del Japón moderno.
1997, pp. 129-
158.
4 La
adopción de prácticas y las doctrinas confucianas en Japón puede rastrearse
hasta el
Período Nara (710 – 794) durante
el cual tanto el budismo como el confucianismo prosperaron
bajo el patrocinio del
gobierno y fueron usados para apoyar el poder político emergente.
5 Esta
pauta es desarrollada por Maruyama Masao (1914-1996), primera figura del
pensamiento político del
Japón de la posguerra.
6 Los
aspectos relacionados con los sistemas de compromiso y de jerarquías al
interior de los
grupos han sido
desarrollados ampliamente en obras clásicas dentro de los estudios referidos a
Japón como es el caso de El
crisantemo y la espada de Ruth Benedict o La sociedad
japonesa de Nakane
Chie.
7 Ampliar
en: Juliá, Santos. De lo divino a lo humano. Disponible en:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/hirohito_/emperador_japones/mac_arthur/_douglas/japon
/estados_unidos/segunda_guerra_mundial/divino/humano/elpepiopi/19890111elpepiopi_9/tes/.
(consultado en octubre de
2012)
8 Ibíd.
9 Tesis
utilizada también por: Nobuo, Noda. Defectos intrínsecos del gobierno
japonés.
Cuadernos
de Japón, IV (2), 1992, pp. 12-18.
10 Sobre
esta idea ampliar en: Falero, Alfonso J. Política y cultura en la historia
de Japón.
Condicionantes
culturales en la historia política japonesa. Revista de Estudios
Políticos,
Nueva
Época, (109). Julio-Septiembre 2000, pp. 303-315.
11 Esto
buscó lograrse a través de la combinación que expresaba el lema por excelencia
del
Período Meiji: “Espíritu
japonés, tecnología occidental”. Los dirigentes japoneses se
concentraron en asegurar
la posición de Japón a nivel internacional en términos del lenguaje
moderno para lograr la
revisión y derogación de los tratados desiguales en lo referente al
exterior y la
modernización al interior. Claro que no se aspiraba a lograr esto último a
través de
una revolución general del
conocimiento y la educación ya que el objetivo era que la población
alcanzara un nivel
aceptable de calificación que hiciera funcionar eficientemente la estructura
económica en creación.
Para avalar este proyecto sería determinante la antigua ética
confuciana cuyo papel
podría resumirse a “(...) reintroducir la conformidad patriarcal a todos los
niveles
de la sociedad”. Ver: Holliday, Jon. Japón: capitalismo asiático. Pensamiento
Crítico
Nro. 13. pp. 42-49.
12 Ver:
Román, Alfredo. La democracia en el Japón actual: tercera llamada. En:
Cornejo,
Romer. En los intersticios
de la democracia y el autoritarismo. Algunos casos de Asia,
África y
América Latina. 2006. Disponible en:
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/sursur/cornejo/romanzavala.pdf
(consultado en
octubre 2010).
13 A inicios
de la modernización no existía una clase burguesa capaz de asumir el desarrollo
industrial y el Estado y
el gobierno japonés fueron capacitados para brindar un impulso a este
sector. Tras la figura
imperial gravitaban los verdaderos gestores del proceso, antiguos
representantes del
estamento samurái que habían sido los impulsores de la restauración y que
se ocuparían desde el
aparato burocrático- estatal de delinear el futuro Japón moderno.
14 Ampliar
en: Takashi, Mikuriya. La alineación ideológica de los líderes conservadores
de la
posguerra
japonesa. Disponible en: http://www.utadeco.edu.cu (consultado
en noviembre de
2012)
15 Sobre
estos y otros factores que posibilitaron la supremacía del PLD, ver: Delage,
Fernando
y Manuel Alcántara. Estabilidad
y capacidad como legitimidad: el Partido Liberal Democrático
japonés. Revista
de Estudios Políticos Nueva Época, (75), enero-marzo 1992, pp. 291-311.
16 Ibíd.
17 Otros
apuntes en torno a las dificultades del Partido Liberal Demócrata para ejercer
el
liderazgo pueden ser
encontradas en: Román, Alfredo. Ob. cit.
18 Ampliar en: Takashi, Mikuriya. Ob. Cit
Grupo Eumed.net (Universidad de
Málaga)
Observatorio Iberoamericano de la Economía y la
Sociedad del Japón
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